En un mundo dominado por el dinamismo financiero, a veces puede ocurrir lo inesperado. Los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en un intento de recalibrar el orden económico mundial, especularon recientemente con la posibilidad de lanzar una moneda común respaldada por oro, lo que provocó una oleada de aprensión y entusiasmo en los mercados mundiales. Las implicaciones de esta decisión serían enormes y podrían suponer un importante desafío al dominio del dólar estadounidense, pero ¿hasta qué punto es realista?
La ambición de una moneda alternativa respaldada por oro muestra sorprendentes similitudes con el acuerdo de Bretton Woods posterior a la Segunda Guerra Mundial, que permitió al dólar estadounidense convertirse en la moneda de reserva mundial. En 1944, cuando la guerra mundial empezaba a remitir, 44 naciones aliadas se reunieron en Bretton Woods, una pequeña localidad de New Hampshire. Allí, en un acuerdo que marcó una época, forjaron el orden monetario de posguerra que, en última instancia, instaló al dólar estadounidense como la principal moneda de reserva del mundo. Una de las principales características del sistema de Bretton Woods era que el dólar estadounidense y todas las divisas vinculadas al dólar eran convertibles en oro a 35 dólares la onza. Esto creaba confianza a través del oro, subrayada por el considerable depósito de reservas de oro de Estados Unidos.
El sistema de Bretton Woods exhaló su último suspiro en 1971, cuando Estados Unidos renunció a la conversión del dólar en oro. Desde entonces, la hegemonía del dólar estadounidense perduró, respaldada ahora por el innegable músculo político y económico de Estados Unidos.
Hasta hoy, la omnipresencia del dólar estadounidense en el sistema financiero mundial era un testimonio de su resistencia y fiabilidad. Según SWIFT, el dólar representa alrededor del 42% de las transacciones de divisas, mientras que el euro representa aproximadamente el 32%, por detrás del yuan chino, con < 2%. Además, el Fondo Monetario Internacional calcula que casi es 59% de las reservas mundiales de los bancos centrales se mantienen en dólares.
Esta preeminencia del dólar como moneda de reserva mundial ha sido durante mucho tiempo una espina clavada en el costado de las naciones que pretenden afirmar su influencia en la escena mundial. Pronto, los países del BRICS se reunirán en Johannesburgo, donde los ministros y representantes reunidos disertarán sobre cómo poner fin a este dominio estadounidense mediante una moneda común y, de este modo, hacer realidad sus aspiraciones a un nuevo orden económico. Este empeño por construir una contra narrativa del orden mundial basado en normas posterior a la Segunda Guerra Mundial se vio impulsado una gran medida por las sanciones impuestas a las reservas rusas de divisas y oro tras la invasión de Ucrania.
Al igual que el diseño de Bretton Woods consolidó el dólar como eje de la economía mundial, el consorcio BRICS puede estar maniobrando para alterar este antiguo statu que lanzando por sí mismo una moneda respaldada por la antigua garantía del oro. Pero el camino que queda por recorrer parece estar plagado de desafíos que hacen que este empeña sea menos una conquista y más una búsqueda quijotesca.
Aunque la coalición de los BRICS pueda prever una moneda común, respaldada, según la sugerencia rusa, por el oro, sus intereses nacionales individuales son demasiado divergentes para permitir esa unidad.
La propuesta de un banco central único, posiblemente ubicado en Shanghái, sin duda haría saltar las alarmas, especialmente en India. Las tensiones fronterizas entre China e India y sus diferentes intereses estratégicos suponen importantes barreras para el tipo de integración profunda necesaria para una moneda compartida. Que esta discordia es real lo demostró el Ministro de Asuntos Exteriores indio, que rápidamente aclaró que India no tenía planes para una moneda de los BRICS. Una moneda respaldada por la democracia liberal no puede sustituirse sin más por un concepto dominado pro un Estado totalitario con controles de capital. Es una propuesta que desafía al pragmatismo.
Los precedentes históricos ofrecen otra perspectiva aleccionadora. La incapacidad de la OPEP para establecer una petrodivisa y las dificultades de la moneda sudamericana “sur” subrayan las dificultades inherentes a la unión de naciones geográficamente dispares en torno a una causa financiera común.
Además, la propia China, la más formidable de las economías BRICS, lucha por extender la influencia de su yuan incluso dentro de Asia, fuera de las finanzas vinculadas al comercio. Su participación en las transacciones mundiales apenas alcanza el 2%.
La aspiración de suplantar al dólar con una nueva moneda de los BRICS supondría un salto cuántico, que requeriría no solo poderío económico, sin también una colaboración sin precedentes, confianza mutua y armonización jurídica entre estas naciones tan diversas.
Los países BRICS son sin duda influyentes, y su propuesta de moneda merece atención, pero los obstáculos para el éxito son altos. En la situación actual, la probabilidad de que destronen al rey dólar a corto plazo parece decididamente escasa, dados los retos económicos, políticos y logísticos a los que se enfrentan. Sin embargo, en las arenas movedizas de la política y la economía mundiales, sería imprudente descartar por completo el potencial de cambio. “Y si … ?”
Cuando observamos la actual constelación de economías y geopolítica mundiales, una moneda de los BRICS respaldada por oro brilla como una tentadora perspectiva. El atractivo de una moneda respaldada por oro radica en su estabilidad potencial. Se trata de una herramienta de diversificación cautivadora que podría proporcionar un baluarte contra la inflación, las incertidumbres geopolíticas y los intereses propios de Estados Unidos que acosan al dólar. Sin embargo, aunque el oro ha servido como depósito de valor a lo largo de los siglos, el valor de una moneda respaldada por oro estaría en última instancia ligado a las políticas fiscales de los países BRICS. Su compromiso de mantener el patrón oro sería el eje que podría influir en la suerte de esa moneda.
No obstante, el nacimiento de una divisa de los BRICS respaldada por oro pondría de relieve un cambio sísmico en el poder geopolítico, señalando una desviación de la actual hegemonía del dólar y el euro. Esta fragmentación del orden monetario internacional podría dar lugar a un entorno geopolítico aún más inestable.
Aunque el predominio del dólar pueda irritar, las alternativas que se vislumbran en el horizonte no son nada formidables. Los países BRICS, aunque importantes desde el punto de vista económico y geopolítico, aún están lejos de convertirse en un competidor viable del dólar estadounidense. Un cambio económico mundial de esta magnitud requiere algo más que ilusiones. Exige una alternativa creíble, fiable y universalmente aceptable, que por el momento parece inexistente.
Para que esa acción se materialice, no debemos mirar hacia el este, sino hacia la frontera digital. Es en el mundo de las criptomonedas donde podemos encontrar el verdadero contendiente a la moneda de reserva estadounidense. Una criptodivisa bien diseñada y descentralizada ofrece características de las que no puede presumir ninguna moneda respaldada por una sola nación. Es inmune a la manipulación política, puede transferirse instantáneamente a través de las fronteras y es accesible a cualquier persona con una conexión a Internet.
Una criptodivisa descentralizada también responde a la preocupación de los países BRICS de proteger sus economías frente a sanciones y posibles incumplimientos económicos. Sin la influencia de una sola nación o entidad política, una criptodivisa opera en sus propios términos, dictados por algoritmos criptográficos en lugar de los caprichos de los líderes políticos y las instituciones financieras.
Sin embargo, este utópico panorama digital no está exento de dificultades. Para que una criptodivisa pueda desafiar de verdad el dominio del dólar estadounidense, es necesario resolver los problemas de volatilidad, seguridad y cumplimiento de la normativa. Es posible que en el futuro no sean el dólar, el yuan o el rublo los que dominen la escena financiera mundial, sino una criptomoneda como Bitcoin, Ethereum o alguna otra aún por concebir.
En esta narrativa en desarrollo, el verdadero cambio en el orden económico mundial puede no provenir de las bóvedas de los tesoros nacionales, sino de algoritmos que zumban en centros de datos descentralizados de todo el mundo. A diferencia de una posible moneda de los BRICS, el auge de una criptomoneda descentralizada no depende del peso económico de un solo país. Por el contrario, está determinado por la acción colectiva de millones de individuos e instituciones de todo el mundo: una auténtica moneda del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.